EL POZAIRON Y OTRAS TRADICIONES ORALES

En mi pueblo en los años 50 y 60 no había agua corriente en las casas y aunque en muchas teníamos pozos su agua no era en todos los casos bebible. En nuestro caso teníamos uno de unos tres de profundidad con abundante agua pero esta era bastante dura por la acumulación de cal. Su sabor era desagradable y en la práctica ni siquiera el jabón lagarto o los canteros fabricados en casa con grasa sobrante de cocinar y sosa caustica,  hacían espuma, dejando en la ropa o en los utensilios de cocina residuos y manchas. Ello nos obligaba a traerla de las fuentes públicas, dos al principio, en las plazas de la iglesia y del ayuntamiento, que aumentaron más tarde a cuatro, en el Paseo y en el barrio de Triana.

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