EL AFILIADO AL PARTIDO 1
El afiliado es, en teoría, el propietario del partido, a semejanza de una sociedad anónima o deportiva. Y lógicamente como el verdadero sostén del partido es el votante, el afiliado debe ser una representación de esa masa social, sin la que no es posible la propia existencia de esa organización política. Un toma y daca: la representación del afiliado debe ser una proyección del votante sino mal asunto.
Y para conseguir que el sistema se sostenga tiene que haber una bajada y subida de la ideología y de las propuestas políticas de arriba a abajo y de abajo a arriba de forma que un ciudadano se afilia o vota a un determinado partido porque le ofrece una ideología con la que se encuentra identificado y le propone las soluciones ideales, que de acuerdo a aquella doctrina política, entiende el ciudadano que la sociedad lograra sus objetivos, Pero también existe un cauce para que el partido recoja cuantas iniciativas le propongan los ciudadanos para que este vea realizado su ideal político.
¿Ocurre esto en esta intitulada democracia? ¿Se han hecho alguna vez esta pregunta los votantes y afiliados a los actuales partidos?
Cuando me incorpore a Alianza Popular me encontré con la sorpresa de que el sistema estaba perfectamente montado para conseguir estos objetivos: Tenía una perfecta distribución territorial, al menos en Madrid, con una sede y su respectiva junta formada por afiliados de cada uno de los diez y ocho distritos en que estaba dividido entonces el municipio. Y la directiva provincial había constituido comités de todas y cada una de ramas de actuación política: Municipal (el más numeroso en componentes), comunidad autónoma (también muy concurrido), de cultura, educación, sanidad, medio ambiente…Y estos tenían una proyección a nivel nacional al que asistían especialistas de cada dirección provincia.
Y me sorprendió conociendo a los personajes responsables del tinglado: Fraga presidente, un verdadero monstruo en ideología, que le cabía el Estado en la cabeza, pero poco sospechoso de ser capaz de montar una organización de ese tipo; y de Secretario a un joven profesor universitario, tampoco sospechoso de ser un prodigio organizativo y que no tardando mucho metió en un gran lio a AP y cuya trayectoria política no ha demostrado precisamente ser un maestro de la política. Más bien al contrario.
Pero para entender esto hay de hacer un poco de historia: AP no era un partido. Era una federación de partidos. Fraga en su deseo de concitar todas las voluntades políticas en una derecha alternativa a la izquierda en plena efervescencia iba uniendo a AP todos lo partido que habían surgido en la transición, todos ellos nacidos como asociaciones, justamente con una Ley propuesta por el propio Fraga. Uno de los últimos partidos en aterrizar en AP fue el Partido Conservador creado por un grupo de amigos que habían actuado políticamente en un Circulo de los muchos nacidos dentro del Régimen franquista como oposición doctrinal al Movimiento, que se había prostituido con la llegada, ¡cómo no! de los de siempre, que no hace al caso citar, por las náuseas que produce el desastre a que siempre abocan a este país. Y ahí siguen haciendo de las suyas. Ellos fueron los verdaderos dictadores, como lo son ahora, siempre asentado en el poder.
Pero bueno, sigamos. Este grupo de amigos tenían una buena experiencia en la vida municipal y de la diputación, cuyas actuaciones seguían muy directamente en el Ayuntamiento en manos social-comunistas con Tierno como abanderado y que pronto conseguirían la Nueva Comunidad Autónoma en las elecciones del 83. Y antes en el 82 el Gobierno de la Nación.
Montaron el Partido Conservador e hicieron un poco de ruido en la prensa con lo que Fraga no tardo en llamarles como había hecho con otros partidos. Pero a diferencia de estos a los que únicamente preocupaba la situación personal de sus dirigentes, estos, más astutos, le pidieron la Junta Directiva Provincial de Madrid de AP. Y con su experiencia, sentados en la sede, entonces en la Plaza de Santa María Soledad Torres Acosta, cerca de la calle Silva sede de la nacional, empezaron a montar un buen tinglado: cambiaron las juntas de los distritos y los comités y consejos políticos. Yo aterrice por allí con el convencimiento del encantador Doctor Ruiz Soto, el hombre del 10%, con la convincente afirmación e ideario de “que ahora la política no nos iba a costar dinero”, como había ocurrido hasta entonces, cosa que se cumplió a medias. Y me nombraron Secretario de la Comisión Municipal de Madrid lo que supuso, no es por presumir, un gran vuelco en lo realizado hasta entonces: Llegamos a juntar en las asambleas hasta 500 personas. Y puedo presumir y presumo de haber sido el autor personal de los programas electorales de AP al Ayuntamiento de Madrid de las elecciones del 83 y 87. Tengo los manuscritos de ambos programas y sus correspondientes publicaciones.
Fueron años de mucho trabajo y agitación política.
AP había renunciado a presentar candidatura al Ayuntamiento de Madrid en las elecciones del 79 para no restar votos a la candidatura de UCD de José Luis Álvarez, pero pese a ganar, la unión de socialistas y comunistas con Tierno a la cabeza, la salida de muchos concejales centristas al gobierno de Suarez, y la tradicional idiosincrasia política de los centrista y la dictadura del gobierno municipal, la oposición era un páramo abandonado, lo que permitió que nosotros, desde fuera de las instituciones municipales hiciéramos una verdadera oposición, quizás un poco dura para la costumbre.
Y desde los distritos hacíamos correr hacia arriba todo tipo de iniciativas y en sentido contrario recibir doctrina mediante esos consejos y comités.
Pero pronto aquello iba a cambiar. Los de siempre, huidos como las ratas del barco de UCD, dejando abandonado a su suerte al pobre Suarez, que tan bien había servido a sus intereses, tenían que acabar como algo que molesta a quien solo motiva interese bastados.
La operación Fraga propiciada por el gran muñidor Guerra que embarco al innombrable secretario general de AP y este al presidente regional de Madrid, Carlos Ruiz Soto, propicio la entrada del primer centrista a esta Junta Directiva y la incorporación masiva de correligionarios quienes fueron echando poco a poco a quienes habían luchado incansablemente a un partido paralelo al que ellos habían hundido disfrazados de centristas y al que tanto denigraban.
La llegada de Hernández Mancha y su correligionario manchego, que sigue y sigue, y cuyos “éxitos políticos” son sobradamente conocidos y figuraran indudablemente en las antologías históricas de los desastres políticos y que analizaran en las Academias de la Historia del mundo entero de cómo no debe hacerse la política, termino de rematar a la antigua AP, que para bien o para mal propicio la llegada del PP, que esa es otra historia. Con ellos se acabó con una ideología clara y concreta que de verdad cumplía esas premisa en la que el punto de mira era el votante, para termina en lo que es hoy. Una mascarada en la que la utopía democrática campa por sus respetos. Lo que supone una burla para el ciudadano que les vota.
El nuevo responsable de la Directiva Provincial de Madrid Luis Eduardo Cortes, un niño bien, hijo del mejor restaurador de Madrid, propietario del Jockey, concejal de UCD en la corporación del 79-83 y de AP en la siguiente Corporación. Su padre, un gran trabajador hizo fortuna durante la dictadura concentrando en su restaurante a la elite política franquista. Cuando se cerró Jockey, muerto el fundador, según Wikipedia, se dejó a deber a cada empleado 7.000€. Una decisión típica democratacristiana y liberal. Con este currículo hizo carrera política en el PP pasando de Senador a Consejero de la Comunidad de Madrid.
Contaban las malas lenguas que se casó siendo Concejal de UCD, y a su boda asistió la flor y nata de la política del momento, pero al día siguiente sin esperar más se pasó a AP en secreto, para no destacar. De ahí que apareciera en las listas del 83 y dada su gran capacidad de convencimiento, que no de su ejecutoria, con gran sorpresa nuestra, que desconocíamos su existencia y por supuestos sus merecimientos para ir en la lista de AP. Era portavoz de la oposición en transportes cuando curiosamente no había montado en su vida en un autobús o en el metro y el concejal responsable de la comisión correspondiente la citaba de madrugada: a las doce de la mañana con lo que las veces que yo asistí nunca portavoceo nada por ser una hora muy intempestiva para él.
Pero lo cierto es que se le nombro Presidente de Madrid, conservando yo un grato recuerdo de su actuación: me comunico personalmente mi cese como concejal para la siguiente Corporación. No iba en las nuevas listas. Su argumento fue convincente: YO HABIA SIDO EL MEJOR CONCEJAL PERO ARRIBA, PARA JUSTIFICARSE, SE ME CONSIDERABA AZUL. Algo que lógicamente no supe nunca que se me quería transmitir salvo que había hecho personalmente el programa electoral del 83; se me exigió que entregara el del 87 a pesar que yo no iba en las listas; hice 120 o 130 proposiciones al pleno del Ayuntamiento, propuestas positivas; intervine en todo los plenos a mi iniciativa; fui portavoz y asistí a todos los pleno y consejos de los distritos de Moratalaz, Vicálvaro y Vallecas, cosas que el no hizo en su distrito, ni intervino en el pleno municipal y menos con propuestas positivas; ni pacte nada que no fuera políticamente correcto con el gobierno municipal. Yo era azul y el que había mamado y enriquecido con franquismo era demócrata cristiano.
Solo o en compañía de Enrique Villoria presente propuestas que el siguiente gobierno de Rodríguez Sahagún pudo realizar nada más sentarse e como Alcalde: todos los túneles (plaza de Castilla, Doctor Izquierdo, Avenida de los Poblados y otros cuatro o cinco más); la recuperación ecológica de la Casa de Campo; la reforma del Retiro; el Museo de la Ciudad; Plaza de Oriente; reforma del modelo taxis de Madrid (teóricamente de su competencia); sobre riesgos catastróficos en Madrid, antes de lo de Alcalá 20; alternativa para la M 40, que el plan del marido de la actual alcaldesa se negaba a hacer; reforma de Sol; nueva distribución de los distritos madrileños, un documento de más de trescientas página hecho a mano con datos de la evolución de todos y cada uno de los barrios (a capón, no había ordenadores o no los teníamos)…Mis intervenciones constan integras en las actas del Pleno del Ayuntamiento aprovechando un agujero del reglamento, que ellos desconocían, incluido nuestro portavoz.
Muy azul no parece si me querían ofender con mi posible adscripción a algo que quizás ellos si fueron por ser nombrados alcaldes franquistas, (o no Sr. Álvarez de Manzano).
Hay que recordar que Álvarez de Manzano entro en el Ayuntamiento de Madrid, entonces franquista recuérdese, como Delegado de Hacienda, una figura totalmente franquista: Se nombraba a dedo por el Alcalde, también nombrado a dedo, con independencia de la Corporación, elegida por elección. Y solo a partir de 1979 entra en una corporación por elección democrática. ¡Joder con los demócratas! ¡Y yo era el azul que nunca había militado en movimiento alguno!
Más bien un trabajo político correspondiente a una teoría de la que estos y aquellos políticos social demócratas centristas reformistas o lo que sea ese bodrio nunca serán capaces ni siquiera de entender. Política dirigida al ciudadano no a los poderosos.
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