LOS VIAJES DE AGUA DEL DUQUE

Cuando me hice cargo de la gerencia de la Empresa Municipal Campo de las Naciones el 1 de enero de 1990 la prioridad más inmediata fue la de materializar la venta de las seis parcelas que constituían el terciario de oficinas del Plan Parcial 1 de este complejo urbanístico. Estas se vendieron: cuatro, a dos empresas inmobiliarias españolas de primera fila y  dos a una japonesa, que adquirió las dos mas próximas a la plaza en que se erige   la escultura de D. Juan,  padre del actual rey emérito, edificios que tienen forma de grandes esferas.

No habían comenzado las obras en las parcelas cuando un lunes a primera hora recibo al español encargado de la construcción de los edificios de los japoneses, quien, muy preocupado, me dice que el representante nipón de la empresa en España, un hombre encantador y amante de lo español, había pasado el domingo de camping en las parcelas con su familia haciendo una paella al más puro estilo castizo. Y por casualidad había encontrado  un pozo vertical en su terreno, se había metido, descubriendo un túnel abovedado que se perdía en la oscuridad de unos dos metros de alto y uno y medio de ancho, construido en ladrillo y un suelo resbaladizo. Todo parecía indicar que se trataba de un viaje de agua, una construcción estilo árabe que en Madrid había servido durante muchos años como forma tradicional de suministro de agua, junto a los típicos aguadores.

Estos viajes de agua cuentan con una cierta protección por su histórica participación en el proceso de evolución de Madrid y sus costumbres.

Temiéndome lo peor le conteste que sería bueno actuar con una cierta prudencia para evitar retrasos en la construcción de las parcelas si intervenían otras administraciones en el estudio de este acueducto o colector, si realmente se trataba de un viaje de agua del tiempo de los árabes. No sé cómo se lo pudo contar al japonés sin crearle   mayor incertidumbre que la que ya tenía, teniendo en cuenta la particular idiosincrasia española en las relaciones entre  las administraciones públicas, no fáciles de entender por personas serias: Cuando entran  los arqueólogos, que dependen de Cultura de las comunidades autónomas,  sabes cuándo lo hacen pero no cuando salen, trabajan en general con una espátula y una escobilla que provoca la lógica lentitud, y sus conclusiones son de temer, protegen todo sin dar alternativas.

Nos pasó con la reforma de la Plaza de Oriente en que paralizaron las obras durante mucho tiempo porque se habían encontrado unos pedruscos que formaban parte de los cimientos del antiguo Alcázar madrileño, que fue destruido en el 1734 por un incendio, ante la sospecha de que hubiera pasado por allí Velázquez,  ya que era en los  sótanos donde se encontraba el taller del pintor de cámara de la corte. No era de sospechar que bajara Felipe V conociéndole sus patologías. Como no es de sospechar que hoy bajara la Leticia al trastero de los sótanos de la Zarzuela. Y si baja pues muy bien, no lo vamos a proteger por eso. Más ahora que según los alemanes, que mandan mucho en España como ya se sabe con las eurórdenes,  se va a divorciar. Al Felipe sí que le veo con camiseta de churrero y guardapolvo  buscando los zapatos de su señora.

Empiezo a buscar bibliografía y me encuentro que cuando a finales del XVIII los Duques de Osuna se compraron una parcelilla en las afueras de Madrid para pasar el verano, como hacían hasta la llegada de Montoro muchos madrileños (pezuño le llamaría mi suegra por las consecuencias de sus declaraciones a El Mundo, que dice no haber realizado). Y empezaron, con tiempo, casi medio siglo en construirse su casita, un modesto palacete con unos incomparables jardines en los que primaba el agua como algo imprescindible para aliviar los calores veraniegos de esta nuestra estepa castellana en sus concurridos guateques, pijama party y camisetas mojadas. Hoy se conoce por el Parque del Capricho, una maravilla que es imprescindible visitar, después de hacerlo al Parque Juan Carlos I, como puede suponerse,  otra maravilla, aunque “a lo moderno”.

Pero el agua no aparecía por ningún lado: ya he explicado la existencia del acuífero madrileño, que justamente termina muy cerca, más o menos en el límite de los recintos feriales y el campo de golf del Olivar de la Hinojosa, hoy de la Reina Sofía. Se cita la existencia de un pozo artesiano, el agua desbordaba por encima del brocal, en la cabecera del aeropuerto de Barajas, hoy desaparecido por el consumo que se hace desde hace tiempo de este depósito subterráneo acuático, abusivo en muchos casos.

Y para abastecerse de agua mando construir al menos seis viajes de agua de unos dos kilómetros de longitud cada uno que se extendían, distribuidos en forma de abanico, por el conjunto del complejo de Campo de las Naciones  y que confluían justo en el estanque del Parque del Capricho aportando el agua superficial que recoge la capa freática, sin presión, a unos tres o cuatro metros de profundidad y que en su fondo limita una capa de arcillas impermeables que convierte en  tubería el viaje de agua. Estos se forraban con ladrillos para evitar su derrumbe, dándole la inclinación deseada para se produzca  la escorrentía hacia el punto en que se quiere almacenar y con excavaciones laterales para captar el mayor volumen posible del terreno. Cada cierto espacio se construían pozos de aireación, llamadas en Castilla zarceras en el caso de las bodegas subterráneas, que sirvieran a la vez de evacuación y de acceso de los materiales para su construcción sin tener que hacer el recorrido completo del viaje. Estos pozos se protegían con construcciones de piedra a modo de túmulo y rejas o portones abatibles para evitar las caídas de personas, pero accesibles para su mantenimiento.

Con el tiempo estos viajes de agua se quedaron sin utilidad, desconociéndose su trayectoria. Y como el conjunto del Campo de las Naciones se había convertido con el tiempo en un vertedero de tierra y basura, los pozos de aireación se encontraban tapados por los escombros sobre algún tipo de tablón de madera o ramaje que lo lógico es que hubieran perdido con el tiempo y la humedad sus características de resistencia.

La construcción del conjunto urbanismo suponía un ingente movimiento de tierra lo que provoco que alguno de ellos quedara al descubierto u oculto pero con una protección precaria.

Fue lo que ocurrió   en el caso de la parcela de los japoneses.

No quiero dejar en el aire la sensación de que me opongo a la recuperación arqueológica de la historia de una ciudad, especialmente en una persona que como yo me considero un ¿erudito? en disciplinas ligadas a la historia, la municipalidad  y otras técnicas y oficios, aprendiz de mucho maestro de nada. Y pongo solo un ejemplo que se debe a una propuesta mía al Pleno del Ayuntamiento entre otras muchas, la recuperación y colocación en el año 1986 en su emplazamiento actual en la Puerta del Sol de la escultura de la Mariblanca, cuya referencia histórica es fácil encontrar en internet. O las referentes a la reforma del Madrid de los Austrias, la terminación de La Almudena o la reforma de la plaza de Oriente propuestas siempre en compañía de Enrique Villoria. Lo que pasa es que depende del mandil que te pongas así debes de actuar en la vida. Y en el caso de los viajes de agua jugaba a gestor inmobiliario. Y estoy convencido que lo hice bien, muy bien. Ahí están los resultados.

Pero lo cierto es que los viajes de agua me produjeron algún que otro contratiempo:

  • A pesar de que estaba suficientemente señalizado con cinta el recinto del campo de golf, durante las obras desapareció misteriosamente una buena señora cuando rebasaron la señalización y paseaba del brazo de su marido. No sufrió heridas, salvo el susto correspondiente. Y se portaron de maravilla y nosotros con la pareja por un incidente que nadie hubiera querido. Cayó a un viaje de agua por un pozo de aireación. Tuve la suerte de que no me procesaran penalmente como si ocurrió en otros casos semejantes.
  • Se produjo un socavón inmenso en el terraplén que mira a la M40 en la proximidad de una joven pareja que, asombrada, retozaba al atardecer al amparo de un ambiente vegetal inmejorable. Tuvimos que introducir varios camiones de escombros y tierra con cemento para conseguir acabar con la voracidad del jodido agujero.
  • Un pino de la proximidad de ese socavón se secaba periódicamente pese a su sustitución y cuidados adecuados. Se descubrió en el fondo de su hoyo de plantación un pequeño lago subterráneo de agua, un remanso de un viaje, con algún tipo de animal acuático poco corriente.

Pero el accidente más grave se produjo durante la prolongación de la línea de metro al aeropuerto de Barajas. Yo había dado permiso a la constructora  para realizar un fondo de saco en una parte del parque para poder iniciar la perforación con la tuneladora. Para los no iniciados una tuneladora es una maquina compleja de varios cientos de metros de longitud, un verdadero tren, que tras la cabeza de corte  giratoria, arrastra unas plataformas que llevan las dovelas de cerramiento y el cemento de sellado interno del túnel, las máquinas de fijación de estas, el sistema de control y dirección  y otras unidades para sacar las tierras arrancadas que funcionan en sentido contrario: hacia dentro las dovelas y  hacia fuera las tierras junto a  un sistema de bombeo del agua desprendido de la perforación. Todo un complejo mecánico con gatos de arrastre y  elementos hidráulicos de empuje.. La máquina funciona por rotación  y la lógica presión hacia el frente de ataque.

Curiosamente con la construcción del fondo de saco cerraron uno de los cuatro pozos perforados para el riego del parque al coincidir con la trayectoria del túnel.

Al cabo de un tiempo de iniciar la perforación notamos un cierto nerviosismo en los operarios: me avisaron los vigilantes del parque de que entraban los operarios de la constructora a observar nuestra lámina de agua, bajo la que pasaba el túnel en varios tramos. Comprobamos que sobre la primera parte de la ría se notaban burbujas extrañas en el agua. Hay que tener en cuenta que una tuneladora avanza varios metros diarios según el tipo de terrenos que perfora y su dureza, pero como a la vez que avanza cierra herméticamente el túnel mediante esas dovelas curvas trapezoidales, que encajan perfectamente, se forma una tubería completamente cerrada y sellada además con un tipo especial de cemento.  El túnel una vez terminado es impermeable para evitar filtraciones posteriores  para que no afecten a los trenes y las instalaciones complementarias. Pero el frente de ataque no está protegido de posibles acumulaciones de agua. Es más, presiona por empuje.

Lo cierto es que les veíamos cada vez más nerviosos, sin que nos dijeran nada hasta que “canto la gallina”: comprobamos que sus visitas eran más constantes y que las burbujas ya eran torbellinos de aire. Les citamos y confesaron que sus bombas ya no tenían capacidad para evacuar más agua y que la entrada de esta se producía por el frente de ataque de la tuneladora por lo que les resultaba imposible de controlar. En un momento se vieron obligados a parar la perforación y justamente se produjo el desastre: en el fondo de la ría, que tenía varias capas de refuerzo y de aislamiento se inició una ruptura que poco a poco empezó a agrandarse hasta convertirse en un socavón de varios metros cuadrados. Y es en estos momentos en donde hay que tener el suficiente temple para actuar y sobre todo que no te machaque la opinión periodística y del público, teniendo en cuenta el importante número de visitantes continuos en el parque.

La solución consistió en cerrar la ría en ambos lados del socavón para cortar su vaciado total y que toda el agua se introdujera en el túnel que haría inviable su bombeo e inutilizaría la perforadora. Una caravana continua de camiones de tierra hicieron una presa a cada lado del socavón parando la perdida de agua y a continuación hicimos una campaña entre los visitantes para pescar a mano los peces que se habían quedado atrapados entre ambas presas evitado que murieran en el socavón y devolverlos a la ría en las partes no afectadas.

Todo se solucionó rápidamente y con éxito de prensa y público.

¿Qué había pasado? Como especialista en investigación de accidentes llegue a la conclusión que la presión hidráulica de la cabeza de perforación, que en condiciones normales se reparte uniformemente sobre los estratos de tierra que ataca, pero que al encontrar un pozo de aireación de un viaje de agua que estaba tapado por las diferente capas de la ría, había empujado hacia arriba los materiales triturados, produciendo un esfuerzo sobre el suelo de la ría, rompiendo los materiales que constituían el vaso y produciendo el consiguiente socavón.

Reparada la avería repusimos lo antes posible con nuestros pozos el agua perdida para que no se notara en el conjunto de la lámina.

Una de las muchas aventura que a uno le ha tocado vivir. Y tengo y quiero  contarlo para que lo sepan mis nietos y quienes estén interesados en aprender de la escuela de la vida.

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