PROHIBIDO BLASFEMAR

Recientemente se ha aprobado el aborto en Irlanda tras un complicado referéndum dado que esta  república es, junto a España, las dos naciones con mayoría de católicos entre su población. Por supuesto no practicantes, que en España no obedece a la influencia de los políticos, causantes de la mayor parte de los grandes problemas de nuestra sociedad, sino muy al contrario por los responsables de la iglesia española, cardenales y obispos, que han perdido totalmente el rumbo. Situación que se inicia a la muerte del que sacaban bajo palio y que ahora quieren sacar de la Basílica en que tan amorosamente enterraron: Osoro ha declarado que estará encantado de colaborar en esta des-obra de des-misericordia.

Salvo el tal Blázquez, cardenal arzobispo de Valladolid y el tal Basilio, arzobispo de Toledo, y antes también de Valladolid, poco más puede salvarse entre la selva de independentistas, inútiles, adláteres y rojillos, pocos miembros de la grey eclesial pueden salvarse. Como será que el Vaticano no encuentra a quien nombrar cardenal que tenga menos de ochenta años, les hecha de allí por inútiles y se pelean entre ellos por los puestos de mas relumbrón. Los dos actuales de Madrid y Valencia se echaron a los chinos sus puestos.

Pero claro que teniendo a un “papa negro”, jesuita y peronista poco puede esperarse. Pienso que está  punto la profecía de Nostradamus del anticristo. Está al caer.

El caso que en Irlanda, para compensar, se ha ¡prohibido blasfemar! Átame ese perro con longaniza. ¿Cómo lo van a hacer? ¿Multa o prisión? ¿Jurisdicción civil, militar o religiosa? ¿Quién lo va  aplicar? ¿Acaso van a crear la Inquisición? Todo muy raro salvo una cantada para compensar lo del aborto.

En la iglesia de mi pueblo quiero recordar que en el atrio estaba colocado un cartel en que prohibía blasfemar y escupir.

Ambas cosas no tenían sentido: nadie blasfemaba en mi pueblo. Todo lo más jurar, pero nunca blasfemar. Y menos escupir: no conozco a nadie que escupiera y menos en la puerta de la iglesia. Yo no he aprendido nunca a escupir y menos puedo hacerlo ahora que no tengo dientes, les he perdido todos en el largo camino que me ha tocado vivir y haber superado con éxito, en la ruina, pero con éxito al paso de Montoro. El no, volverá a no tardar con la célebre puerta giratoria, que se dejó medio abierta por si le iban mal dadas.

Y menos en mi pueblo, pese al polvo de los cereales, especialmente de la cebada: nadie escupía. Eso es una cosa moderna que se practica con gran éxito en todos ámbitos de la vida normal.

Tu estas tranquilamente en un atasco y es un acto normal que el coche que te precede abra la ventanilla, como mal menor,  y ves como su conductor lanza con una habilidad insospechada un escupitajo dirigido al peatón más próximo. Este conductor es un artista, porque lo normal es que abra la puerta, asome la cabeza y suelte un gargajo de tal tamaño que si no eres hábil al volante es posible que tu coche se vea envuelto en un accidente que ninguna compañía de seguros pueda cubrir.

O si estas en una parada de autobús lo normal es que el joven que acaba de llegar a tu lado,  suelte un escupitajo que hará patinar con seguridad al autobús siguiente.

Pero con todo los casos más sangrantes se produzcan en el fútbol televisado. Tú te preparas para celebrar el triunfo de la Selección Española, que no “la roja” (¿Cómo va a ser roja una selección que cobra 20 millones por campeonato? ¿O sí?, con una combinación de aceitunas, berberechos, caracoles, anchoas y cosas así suavecitas, y empieza el partido y a la primera jugada la cámara en 3, 4 o 5D, se acerca  al jugador autor de ese lance y zas… Si no estás atento, yo siempre tengo a mano el mando a distancia para pasar a “Sálvame” o “Mujeres y hombres y lo contrario” antes que se me revuelva el aperitivo. Y así 70 0 80 jugadas por partido.

Y el locutor dice que han regado mucho el campo. Mentira, no es el agua. Patinan por los escupitajos permanentes de 22 tipos en calzoncillos especialmente preparados y entrenados para esa función tan divertida.

Yo entre lo de “la roja” y lo otro he dejado de ver el fútbol para salvaguardar mi estómago y la moral política.

Literariamente se asocia a las barberías la existencia de escupideras. Pues en mi pueblo ni eso: no recuerdo en la zapatería/barbería de Modesto, “el Chato”, en el antiguo viejo  Cuartel de la Guardia Civil, utilizado como vivienda cuando se trasladaron al nuevo, la existencia de tan poco higiénico artilugio. Es cierto que el zapatero pasaba sin solución de continuidad de remendar unas botas herrumbrosas a afeitar una barba hirsuta de siete días, siempre en el más estricto…. ¡orden de llegada!

Y no digo nada de los tatuajes, también de moda entre los jóvenes y menos jóvenes, caso de la defenestrada Cifuentes que tenía dos, uno visible y el otro que debía ser el del máster, que por eso no quería enseñar.

Y no te cuento de los de los jugadores de fútbol. El otro día sacaban la foto de cuerpo entero del capitán de la Selección: era todo un poema, todo el cuerpo lleno de figuras de animales, copas y trofeos, mujeres, mensajes, cifras… Un cuadro casi tan horroroso como “el Guernica”. Bien es cierto que con notables diferencias a su favor:

  • Está en tecnicolor, lo que es siempre de agradecer.
  • Los animales y demás figuras todas tienen cara, ojos, hocicos, orejas, rabos, manos y pies.  Y siempre colocados en sus respectivos sitios.
  • Los motivos tiene una relación concreta con el conjunto del cuadro y su lema: un futbolista que ha ganado infinidad de trofeos, colocados después de ganarlos, no pintados antes.
  • Para interpretar el conjunto no hace falta interlocutores que intenten asociar las horribles y desfiguradas formas con el título, que en el caso del futbolista están claramente delineadas.

En nuestros tiempos no se llevaban estas cosas. Todo lo más en los casos de jóvenes que hacían la mili en nuestras provincias y capitales africanas, ya que los moros son muy aficionados a estas cosas.

Se contaba que un mozo de mi pueblo que hizo la mili en Melilla y volvió licenciado a Valladolid con unas ladillas. El médico le receto una medicina, que entonces no se vendían hechas como ahora. Eran fórmulas magistrales  y se hacían en las farmacias.

Cuando la boticaria le empezó a aplicar el medicamento se hacía cruces de lo mal que la naturaleza le había tratado con un zib que solo destacaba por llevar tatuado una palabra: VANA y que la pobre intentaba descifrar. No se sabe muy bien si por la acción del ungüento o la manipulación de la boticaria, y como ocurrió en unos de los cuentos más celebrados de la Mil y una noche, aquel pequeño zib empezó a mostrar toda la fuerza de la naturaleza, oculta hasta entonces, apareciendo completo el tatuaje, el nombre de mi pueblo, VALORIA LA BUENA, de ahí que solo aparecieran la primera y última silaba en una situación de parada obligatoria. La boticaria, temiéndose que también pudiera aparecer la provincia, hizo una faena de aliño y salió zumbando.

Y si no se escupía, en mi pueblo menos se blasfemaba. Jurar sí, pero no blasfemar.

Jurabas en arameo cuando para arrancar el tractor Lanz de Julito había que utilizar el volante de inercia ya que no lo hacía nunca con el motor de arranque, y se volvía en dirección contraria y te arreaba un leñazo. O cuando subiendo al monte con un remolque cargado de mineral y las ruedas delanteras se levantan y tenía que adelantar al tractor en marcha y subirme en el morro para que no se saliera del camino y me pegaba unos buenos golpes en las piernas.

Blasfemar no pero acordarse del santoral entero si, jurando: “me cago en… “ .

Recuerdo un día en que me encontré en el campo al hermano de Julito, Luis, quien estaba tumbado bajo la cosechadora con una inglesa, una llave de tuercas, y un martillo, intentando cambiar un rodamiento roto que le impedía seguir trabajando en un día de calor infernal típico de la estepa castellana en el mes de julio sin ninguna sombra en que cobijarse.

Juraba en todo lo jurable. Y me contó su enfado lógico, amén de la avería de la cosechadora: Su padre se había muerto recientemente y aquel día había ido a por la testamentaria comprobando con sorpresa que habían dejado allí prácticamente “la hijuela” con el Montoro de turno. Y me contaba por comparación  con lo ocurrido con el Abad de La Trapa de Dueñas, muy próximo a mi pueblo: se había muerto por las mismas fecha que su padre, le habían enterrado con gran boato acompañado de una preciosa música gregoriana, que goza de gran prestigio y que merece la pena oír, incluso sin difunto, se habían reunido en claustro y habían elegido al sustituto del Abad muerto. Y todo ello, y de ahí el cabreo de mi amigo, sin pagar ni un solo duro. Todo seguía igual en el Convento, sin más.

Mi amigo había descubierto la sociedad anónima. Se muere el presidente y se elige otro en Consejo de Administración y ya está. Si es un pariente del muerto mejor que mejor.

Mi amigo se murió desconociendo la doctrina Botín, y la Parot. Y la Pujol. Y la amnistía fiscal de Montoro, que el nuevo gobierno Sánchez….nunca desvelará públicamente por razones lógicas para los entendidos. ¡Pobre!

Nadie en mi pueblo quería blasfemar/jurar.

Se contaban que se llamó como testigo en el Juzgado de Paz, Orestes, el sastre y Teodomiro, el tendero, juez y secretario, tanto da uno como otro que se alternaban en las funciones, a un valoriano. Para testificar le pidieron que jurara antes de declarar y se negaba sistemáticamente: ¡Que no juro”  decía.

Y el juez insistía “Jura, que te meto en la cárcel o te pongo una multa que te dobla”.

Tanto insistieron en su amenaza que dijo: “Bueno vosotros lo habéis pedido. Me cago en D.” Y testifico.

Por eso lo del cartel en la iglesia no tenía ningún sentido. Y sigue sin tenerlo.   

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