SIEMPRE QUE LLUEVE ESCAMPA

Y YA ESTAMOS CON LO MISMO, LAS INUNDACIONES

Estábamos de cambio climático hasta en la sopa. Pero de repente llegaron las lluvias y el frio de toda la vida y empieza el problema de los desbordamientos del Ebro de siempre. Y el desagüe de los pantanos de Franco. El más importante de Málaga ha tirado el agua que se necesita para los próximos meses de verano. Y como llega el verano dentro de tres días volvemos a lo de siempre: el llanto y las lamentaciones. Pero no se preocupen que nada se moverá por nuestros políticos: la ministra de agricultura hablara de la necesidad de un pacto de todos los partidos  políticos sobre el agua y estos como si oyen llover: los de izquierda con sus problemas ecológicos y ciudadanos con su preocupación sobre los másteres.

El famoso catedrático de Geología Externa Hernández Pacheco nos explicaba, allá por los sesenta, sin tantos datos como proporcionan ahora las nuevas tecnologías, que se producen ciclos de siete  por tres, veintiún años, en los que cambia el clima de más secos a mas húmedos y de más fríos a más calientes. Lo de las vacas gordas y flacas de José y el Faraón, que aquí no leen ni los ministros. Y como estamos en un estado laico tampoco van a misa en la que siempre se aprende algo.

Mi abuelo Francisco, que era un gran observador de la vida, sordo como una tapia, sabía cuándo, cuánto y cómo iba a llover: Estábamos un día en la ribera del Pisuerga, a tres kilómetro del pueblo, recogiendo almendrucos y las nubes amenazaban peligrosamente. Yo le decía vámonos ya que va a llover” y el tú tranquilo”. No usaba nunca reloj, no lo necesitaba, pero de repente me dice vamos que son las doce y veintidós” mirando al horizonte si no queremos mojarnos antes de llegar a casa. Y no nos mojamos, pero cayó una de mil diablos al rato. Mi otro abuelo. Emeterio, lo tenía claro porque disponía, colgado de la pared con un cordel el calendario zaragozano, para poder consultarlo con facilidad desde el sofá. Y si no acertaba con el tiempo siempre podía leer  un refrán a mi abuela Marina.

¡Qué vida aquella! ¡Cómo nos divertíamos! Mientras yo, subido en el árbol, golpeaba las ramas con una vara el recogía los almendrucos en el suelo y ¡parece mentira lo que influye la sordera en la caída de almendrucos!: cambiaba yo de sitio en el árbol y golpeaba encima de él y ¡cómo no los oía caer, bueno que cabreo!

Más entretenido era volver andando los tres kilómetros cargado con un saco y a  toda velocidad, por lo de la lluvia. Menuda diferencia con lo de ahora: ¡abuelo ponme la tablet o la tele, tumbado en el sillón,  para ver, Dios mío, a una esponja, unos calamares corriendo como liebres o a unos cerdos hablando! Hasta ahora sabíamos que hablaban los perros, gatos y ratones, pero cochinos o esponjas..

Un día, llegada ya la democracia, la libertad de la que no habíamos disfrutado en muchos años, se me ocurrió ir a mi terruño heredado en la Ribera a comer unas guindas y me encontré a unos forasteros que me echaron de mis dominios a la proclama de España es para los españoles”, una verdad como un puño. No eran de Marinaleda, que prefieren la fruta selecionada de los supermercados.  Ni de la agencia tributaria, ni políticos, ni banqueros, porque esos no van a rebuscas ni a espigar: atacan por internet y se lo sirves tú directamente. No he vuelto ni a coger guindas, ni almendrucos, ni perillos, ni manzanas acidas, ni peras de don guindo, ni uvas, ni membrillos.., ¡cualquiera se atreve! Solo me queda la esperanza de que me abonaran abundantemente la tierra dada la panzada que se pegaron.

En invierno caían chuzos de punta, unos chupiteles de hielo que colgaban de las tejas con los que sustituíamos a las habituales espadas de madera fabricadas por nosotros. Aros de hierro, espadas y tiradores, llamados ahora tirachinas, eran nuestros juguetes diarios. Peonzas, tapas de cajas de cerillas y canicas de barro eran juguetes para los más adinerados y que nunca tuve. En verano si disponíamos de tapas de botellas acondicionadas y preparadas adecuadamente   para  correr en tierra la vuelta a España o al Tour de Francia: eran los tiempos de Bahamontes, Conterno, Loroño o Van Stervengen. O al futbol con balones de garbanzos. Los domingos si jugábamos a la tarusa con piezos metálicos.

Lo cierto es los que tenemos un edad longeva hemos visto llover muchas veces. Y siempre ocurre lo mismo: termina escampando. Y nuestros políticos a paraguazo limpio pero sin mover un solo dedo por el ciudadano de a pie. Cuando lo hacen casi es peor: pactan un trasvase gordo y cuando llegan los siguientes lo hunden sin más ni más menos. “A la mierda con el trasvase” si lo ha hecho el contrario. Al precio que sea.

En nuestros tiempos cuando no llovía hacíamos rogativas o sacábamos en procesión a San Isidrin, como le llamaba con la confianza lógica entre labradores, mi amigo Julito Vallejo. Y funcionaba: nada más llegar a las bodegas, el termino escogido, y echar el Asperges me Domine con el hisopo   teníamos que volver corriendo.

Y no ha terminado de escampar y ya están los del levante pidiendo a gritos el agua del Tajo. Y estos protestando, pero siempre cediendo. Y Aragón, Navarra, La Rioja y la baja Cataluña sufriendo unas inundaciones de puta madre, hablando en plata.

Eso sí, cuando hay que tomar medidas restrictivas a los políticos nunca les duelen prendas: que se joda el ciudadano de a pie: que hubieran nacido obispos. Nunca les duelen prendas aunque nos tengamos que duchar con gaseosa…

Corría el año 1992 y estábamos a punto de inaugurar el Parque Juan Carlos I, un inmenso jardín de más de 160 Ha. Un vergel que había costado una buena pasta. Y el Concejal Presidente de la Sociedad Campo de las Naciones, Enrique Villoria, que era también consejero del Canal de Isabel II, me anuncia que en dos meses se va a restringir el agua en Madrid, prohibiendo su uso para parques y jardines, incluidos los públicos. Y me pide que tome las medidas oportunas como Gerente de esa sociedad  gestora del parque.

Me asusto pocas veces pero tenía que correr si quería que aquello no supusiera un fracaso tremendo, que sin dudar me apuntarían todos a mí. Sobre todo los amigos. Y me acorde de la anécdota que me contaba en una situación parecida a la vivida por Santiago Estrada, ese hombre encantador, gran amigo y  servidor público de todo y de todos.

Estábamos intentando reinaugurar la antigua Feria del Campo, de gran atractivo para los nativos y los madrileños de adopción, con el alcalde esperando y el ministro de turno no se presentaba por lo que aquello era un desastre.

Coronel retirado, Estrada se había presentado voluntario con diez y seis años como Alférez Provisional en aquellos  terribles años de triste recuerdo y de memoria infausta (histórica no, real Sr. Zapatero). Y lleno de ardor guerrero preguntaba todos los días a su capitán: motivamos a la tropa, hacemos trincheras, limpiamos el armamento… hasta que un día este anuncia que al día siguiente  se va a producir un ataque y Santiago aprovecha la ocasión para repetir todas sus propuestas. Cabreado el capitán le dice. Desde que has llegado no has dejado de dar por el culo y ya está bien. Tú lo único que tienes que hacer es tirarte al suelo cuando tiren… los amigos”.

Sabio consejo que intente llevar a la práctica: consulte con el gerente del Canal que me confirmo las restricciones en un plazo de dos meses, que se aplicaron.

El parque está diseñado de forma que sea el agua una característica fundamental pensando en que el madrileño añora este elemento como connatural en la estepa castellana: Valencia es su playa y el madrileño se escapa cada lunes y cada martes, lo que es un alivio para los que nos quedamos. Tiene una gran ría de varios kilómetros que termina en un gran lago. Y además se ha diseñado otro separado y a diferente nivel.

Y resulta que no se depura el agua con lo que si no la aireábamos y si nos veíamos obligados a tenerla estancada podía producirse un desastre ecológico.

Estudie la posibilidad de recibir agua de la depuradora de Rejas, en Barajas, ligada al Jarama pero el problema de la estacionalidad es muy importante: cuando estas depuradoras  pueden aportar más agua es en invierno, al contrario de las necesidades del parque, con el estío como prioridad de consumo. Y además sin depuración terciaria. Y a todo ello  la necesidad de depósitos subterráneos importantes.

Teniendo en cuenta que teníamos nuestros propios almacenes de agua, rías y lagos, no necesitábamos nada más que los aportes mínimos para mantener los niveles de agua, airear y regar desde el punto más bajo. Curiosamente el riego estaba diseñado de forma que existía un circuito circular en el centro del parque del que salían ramales longitudinales que llegaban a todas las zonas extremas del parque. El problema empezaba con que la conexión de este circuito circular con el Canal se hacía desde la zona próxima al Capricho y  no dejaban en ningún momento colocar una válvula anti retroceso que permitiera utilizar su aporte de agua periódicamente para cubrir periodos puntuales o necesidades concretas. Cosa lógica, aunque me molestara, porque no pueden volverse a conectar circuitos con posibles problemas de contaminación con el agua potable de suministro a los madrileños.

Había que buscar aportes externos y para lograrlo me acorde de mi formación como geólogo: encargue sobre la marcha un estudio mediante un sondeo eléctrico que concluyo de la posibilidad de encontrar agua a unos 200 m. de profundidad: unos pozos que pudieran proporcionar unos 20 litros por segundo.

Y dicho y hecho: hice cuatro pozos para garantizar el aporte necesario para cubrir las necesidades de riego con un débito y presión constantes alternando los pozos para que no agotaran ni colapsaran  el acuífero del que se nutrían. Y modifique el riego: cerramos definitivamente la conexión con el Canal y la conectamos  con el lago inferior. Los pozos situados en la proximidad de los recintos feriales aportaban el agua subterránea directamente a la cascada diseñada al principio de la ría para mantener un flujo permanente. Instalamos un surtidor de más de 40 m. en el primer tramo de la ría con fines estéticos y de aireación del agua y conectamos la ría con el lago independiente mediante una tubería subterránea que provocaba una cascada en un mirador colgado sobre el lago.

Y para suplir la presión que el Canal proporcionaba en el riego diseñado, instalamos unas bombas de impulsión en el punto ahora suprimido de la antigua conexión de agua potable.

Curiosamente el acuífero de Madrid, termina justo en la carretera de Barajas por lo que el Parque Juan Carlos I se encuentra al límite de la posibilidad de suministrarse de este. Parece lógico que las autoridades en la materia vigilen la explotación pirata de estas aguas. Pero también que hagan lo que nunca hacen: tomar las medidas oportunas para evitar los problemas de futuro, que son ya los  de hoy. Cuando se proyecta una gran actuación urbanística se saca antes a información pública para que las instituciones, empresas y ciudadanos prevean las necesidades o problemas que le  afectan y por tanto no pueden llamarse a andanas si una vez realizados se necesitan líneas telefónicas, redes de suministro eléctrico, alcantarillas o, como en este caso, agua.  Pero lo cierto es que échales un galgo…

Y dado que, como siempre, las medidas que se adoptan son las negativas para el ciudadano, en este y en otros casos, las restricciones de consumo, es normal que nos defendamos, como hice yo en mi caso: no podía consentir que se abrasara un parque antes de inaugurarse y que había costado un huevo y más, porque no se habían tomado medidas para evitar que volviera a ocurrir.

Y dado que a día de hoy, pese a lo que ha llovido estamos como hace un año, me permito sugerirles alguna medida que les salve a ellos y sobre todo a nosotros: Ya confiesan que no van a hacer  más pantanos porque no se atreven con los ecologistas de pacotilla, verdes por fuera y rojos por dentro, como las sandias, que practican la tierra quemada en donde se encuentran como en casa, jodiendo al prójimo. Ni más  trasvases por mucho que insista la ministra del ramo, pactos imposibles, lo más serio es utilizar los embalses subterráneos, los numerosos acuíferos que hay en nuestro país y que en gran parte están agotados. Es una pena comprobar como en muchas zonas de Castilla la Vieja,  tierras del pan y vino o de pinares,  parecen un desierto por la nefasta utilización del regadío y la política de cultivos de unos y otros, los agricultores y quienes deberían haber intervenido oportunamente para evitarlo.

La recarga de acuíferos subterráneos ya se hace en España aunque con mucho sigilo y en otros países es algo habitual, aun cuando ellos presentan un panorama bastante mejor que nosotros. Esta práctica presenta algunos inconvenientes, especialmente por potenciales contaminación, pero siempre pueden estudiarse medidas técnicas para evitarlo. De hecho esa contaminación ya se está produciendo dado que en pozos de riego, no de consumo humano, se deja que se pueda acumular en el pozo  el agua del nivel freático mediante aberturas  en la tubería del pozo, por lo que es posible que estas aguas del nivel freático estén contaminadas por fertilizantes y pesticidas.

Y que los pozos normalmente no están abiertos a un lago de agua, sino que el final de la  tubería está inmerso en un batido acuoso de arenas por lo que al extraer el agua se van produciendo corrientes dentro de esta masa semilíquida, hacia el punto de extracción. De ahí la necesidad de medir en los pozos la presión y el débito de agua extraída para no colmátalo.

Al contrario la recarga no solo debe hacerse con un agua no contaminada sino también con impulsión. La simple gravedad puede que no sirva para llenar estos depósitos naturales ya que se va a producir el mismo fenómeno que en la extracción: el agua tiene que ir rellenando un espacio con materiales sólidos, fundamentalmente arenas.

Pero no hay que preocuparse, no lo van a hacer. Siempre encontraran unos y otros alguna excusa para que lo pobres sigan siendo pobres. Y la brigada Zapatero salvando personas e incluso perros en Aragón.

Pero yo voy y lo digo que puedo presumir y presumo de haber encontrado una solución a un problema muy muy gordo. ¿Qué me salte un semáforo?: pues muy bien.

Y como es una obra mía personal, por supuesto con el consentimiento de mi jefe que me pidió que si era necesario me saltara el semáforo, lo cuento para general conocimiento. Y el que quiera que lo lea.

Por supuesto que esta solución es más barata que la propuesta por Zapatero para almacenar el gas: Proyecto Castor. Van por 4.300 millones de euros que reclama la banca. Pero ya está todo solucionado: si es Vd. pensionista solo pagara de su subida de pensión mileurista 2 € de los 2,50 € si tiene gas natural en el recibo. Y si no es pensionista también pagara. Pero no se preocupe que se van a joder porque lo tienen calculado para 30 años y es de esperar que no va a durar tanto, la pensión por supuesto, no Vd.

Y si quieren que les eche un cable para solucionar lo suyo, aquí estoy.

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