NO ES FACIL OPONERSE AL SOCIALCOMUNISMO
LA CAÑADA REAL VALORIANA (MI PUEBLO)
Y más cuando han alcanzado el máximo del poder: ayuntamiento, comunidad autónoma y Gobierno de la nación. A principios de los 80 estaban eufóricos, no cabían en sí. Y los contrarios acojonados. Se había dado el conocido grito de sálvese quien pueda: Y toda la UCD se lanzó hacia AP. Fraga les recibía a todos con los brazos abiertos con la esperanza “del inocente” de que eso le ayudaría a lograr su objetivo: llegar a la Moncloa. Muy al contrario, fue su perdición. El pobre terminó en su Galicia natal, haciéndolo bien como cabía esperar, aunque antes tuvo que pasar su calvario.
Mientras nosotros, el verdadero soporte de AP, luchábamos con nuestros propios medios en nuestros barrios y distritos, desconociendo que estábamos cavando nuestra tumba política por “azules” (Hernández Mancha dixit).
Y como muestra valen algunos ejemplos de lucha como lobo solitario, aunque antes comprobar que lo han vuelto a hacer a nivel nacional. Esta vez ya indefectiblemente unidos socialistas y comunistas que se han repartido infinidad de carteras y cargos administrativos, que duplican los habitualmente utilizados hasta ahora.
Y vienen para quedarse indefinidamente. Que no espere nadie que se van a marchar pronto, que no van a durar. Sí, sí. Y en unos pocos días de gobierno han marcado su terreno como buenos perros de presa: levantar las penas de los políticos delincuentes cambiando la legislación correspondiente para asegurarse los votos de los independentistas y pactar mesas de trabajo para pactar nuevos referendos ilegales para favorecer el logro de los objetivos de los que quieren destruir definitivamente a España (Ley Celaá, Eutanasia, cargarse el principio de propiedad privada legalizando la ocupación de pisos…), disfrazando todo ello de un llamado conflicto político. Y va y dicen que el Rey está cabreado. ¡No te jode!, no haberlos nombrado sabiendo el acompañamiento de los podencos, que lo primero que quieren hacer es moverle la silla. Balduino, un muino, que no lo era tanto por las noticias de algunas de sus relaciones con mujeres de su familia, dimitió por un día para no firmar la ley del aborto en su país.
O haciendo ostentación de su poder para conseguir que nuestros hijos puedan ser adoctrinados sin ningún pudor por sus secuaces doctrinarios: “nuestros hijos no son nuestros hijos, son sus hijos”. ¡No te jode! Parece peregrino, pero no lo es: pueden ser adoctrinados unilateralmente por ellos en materias tales como sexo, drogas o política sin que los padres puedan oponerse o autorizar que, y sobre todo quienes imparten estas materias. Han roto la afirmación tan sencilla y lógica que se aplicaba al gallego, con perdón: “han nacido en casa míos fillos son”.
¿Los hijos treintañeros en paro que tienen en su casa ese pobre matrimonio de jubilados son también del Estado? ¡Pues que se los lleven ya sino son suyos, dirán los pobres!
¿Y qué decir de lo de la violencia de género? O como decía en su toma de posesión el presidente valenciano: “Voy a acabar con el terrorismo machista”. Poco les importará un tema tan importante a los valencianos, a lo que les haya caído la mundial en forma de agua, nieve, heladas, contaminación de playas, no haber podido recoger varias cosechas de cítricos por falta de mano de obra, cuando lo importante era para él el terrorismo machista.
Pero el nuevo equipo de la igualdad ha venido a solucionarlo. Dos de ellas, desiguales por supuesto, (ya me entienden) han puesto en marcha su máxima doctrinal: “habremos conseguido la igualdad cuando a los hombres sus mujeres les den… por el culo”. (Lo he leído en algún sitio. Es cierta la aseveración). ¡Válgame Dios! Para echarse a temblar. Pero están dispuestas/os/es a conseguirlo: van a proponer mandar por correo, al estilo Sebastián con las bobillas, un pitilín de plástico a todas las mujeres casadas, para así lograr individualmente la lógica igualdad propuesta sin que ellas tengan que mojarse. Lo comentaba con un amigo, que al oír la propuesta salió corriendo al grito de ¡a la mía no, que la conozco, que es muy progre!
Cuando me hice estas reflexiones pensaba en la posibilidad del riesgo de un gran terremoto o de que ocurriera una pandemia con estos ¿sus? políticos y el desastre de organización administrativa del país.
¡Pues ha sido peor! Inimaginable.
Yo cuento mi experiencia con el rojerío:
LA REMODELACIÓN DE VALLECAS: PALOMERAS
A partir de 1940 se produjo una verdadera desbandada de familias del mundo rural hacia las grandes ciudades con un repunte importante entre los 60 y 70, especialmente hacia Madrid, Barcelona y el País Vasco. En el caso concreto de Vallecas la población se incrementó en más del 400% procedente fundamentalmente de Andalucía y Castilla la Nueva (hoy La Mancha). Y ante la carencia de suelo y la nula intervención de la administración, esta población lo hizo sobre suelo rústico y en chabolas edificadas de forma nocturna para evitar su derrumbe por la policía por el día.
La situación en este distrito madrileño era, a mediados de los 70, un verdadero caos urbanístico con barrios enteros sin saneamiento, agua, electricidad, asfaltado y sin servicios públicos como colegios, institutos o transporte público. El aspecto de éstos era verdaderamente deprimente, ya que las soluciones aportadas por la administración en materia de vivienda también eran un fracaso: UVAS, Poblados dirigidos, etc.
La reacción vecinal oponiéndose a los planes parciales derivados del Plan General del 63 que planteaban como forma de actuación la expropiación y la consecuente expulsión de esta población de los barrios surgidos de la inmigración produjo la creación de numerosas asociaciones vecinales que obligó a la administración a cambiar los criterios de actuación urbanística, naciendo un programa de remodelación de barrios que afectó a 30 en Madrid, 39.000 viviendas, alojando a más de 150.000 personas, siendo Vallecas el distrito más afectado, concretamente en los barrios de Palomeras y el Pozo del Tío Raimundo.
Las asociaciones vecinales tenían tal fuerza que consiguieron del melifluo gobierno ucedaco constituir una empresa mixta, Orevasa, con un consejo de administración paritario, 50% vecinos y 50% Administración, 11 consejeros de todas y cada una de las asociaciones representantes de los vecinos. Y como secretaria del consejo Paquita Sauquillo, presidenta de la ORT, Organización Revolucionaria del Trabajo, el rojerío más rojerío, que fue la encargada de la gestión.
Lo curioso del caso no es que se hicieran con la gestión, sino que no se dejó entrar en la empresa a los propietarios del suelo y se la autorizaba a expropiar, burlando las más elementales normas administrativas en estas materias. Todos los propietarios se avinieron rápidamente a entrar en negociaciones ante la duda de que los recursos legales duraran años y no prosperaran.
A ello se suma que fueron las asociaciones vecinales las encargadas de hacer el censo de afectados con los problemas que pudiera plantearse a quienes no comulgaran con los criterios ideológicos de sus dirigentes. Consiguieron que entrara en el juego la Caja de Ahorros con créditos a largo plazo por el 20% del valor de la vivienda y que la Administración financiara a larguísimo plazo el 75% sin intereses. Y que aportara los recursos necesarios para expropiar, urbanizar y la construcción de las viviendas. Y también estas asociaciones decidieron el equipo técnico de gestión, incluidos arquitectos y urbanistas.
El proceso era el siguiente: Se llamaba al propietario de la vivienda a Orevasa y se le valoraba el vuelo, no el suelo, que en general no era suyo, intentando que fuera lo más alto posible, y ese valor ya constituía la entrada de su nueva vivienda y que no cobraba, encargándose la empresa del resto de actuaciones crediticias y gestión de electricidad y agua y demás servicios, asignándole un número de orden para el desalojo sin que conociera cuál era su nueva vivienda hasta que éste se había producido encargándose también del traslado de muebles en cuyo momento se le entregaba la llave. Nunca antes sabía dónde iba ni que altura del piso le tocaba hasta que su casa era derribada.
En consecuencia, solo restaba liberar suelo por expropiación, al menos 12.000 expedientes, y urbanizar toda la zona.
En total, los recursos aportados por la Administración para los 28 barrios remodelados se cifran en más de 300.000.000.000 pesetas (trescientos mil millones), que terminaron cargados a la Comunidad Autónoma a través del IVIMA, ya que las siguientes administraciones, incluido el Gobierno de Felipe González, no quisieron hacerse cargo. El 75% de estos recursos se destinaron a Vallecas.
Las asociaciones controlaron a los técnicos encargados de diseño partiendo del criterio de que debía construirse en altura, opinión no compartida por todos los vecinos. Y es ahí en donde yo me encuentro cuando se me llama en determinados casos, siempre extremos. Nunca me dieron en Orevasa ninguna información y siempre terminé cuerpo a tierra por la actuación siempre poco ortodoxa, como es lógico, de los vecinos ante la policía, a lo que ésta lógicamente respondía. Lo más común era que los vecinos querían saber con antelación a la salida de su vivienda que piso se le había asignado y de la garantía del traslado de sus enseres.
En el caso más sangrante me vi encerrado con un vecino provisto de una escopeta de caza que, enfermo de gravedad, estaba dispuesto a suicidarse o pegar un tiro al primero que se acercara si no le garantizaba un local para guardar sus herramientas de trabajo de albañil para seguir con su vida normal. Hay que tener en cuenta que la transición del mundo rural de procedencia no había supuesto un cambio importante en su asentamiento en Vallecas, una vivienda de planta baja con un local anexo y un pequeño jardín con pozo, pero que ahora le cambiaba todo, trabajo incluido, subiéndole a un piso indeterminado en una vivienda colectiva.
Al menos conseguí que no se suicidara ni se cargara a un empleado de Orevasa, lo que es de agradecer, supongo.
La verdad es que el resultado global fue muy bueno para los vecinos y la ciudad, pero caro y duro para muchos de ellos, y sobre todo para la policía que actuaba un día sí y otro también. Y para los madrileños que terminaron pagando.
Paquita Sauquillo sigue hoy rojeando, ya que ha sido de todo en el PSOE. Incluso la llamo “La Carmena” para lo de la aplicación en Madrid de la desmemoria histérica, aunque la destituyo porque ya rojea menos que hace 50 años y mucho menos que la exalcaldesa.
Puedo decir a su favor que en su despacho de abogados laboralistas de Lista me defendieron de un pequeño problema en un juicio en la Magistratura de Trabajo sin preguntarme nada y sin tampoco cobrarme, lo que no tengo por menos de agradecer. Es conocida la desgraciada y sangrienta masacre del despacho también laboralista de su hermano de la calle Atocha.
LA CAÑADA REAL GALIANA
Se denominan cañadas reales a aquellas vías pecuarias de uso tradicional en la trashumancia reguladas por edicto real de Alfonso X de Castilla en 1273. Los caminos trazados por las cañadas, luego conocidas como reales, eran recorridos usados desde antiguo por la trashumancia, pero este decreto perseguía la regulación, ordenación y protección de ciertos caminos que, por su importancia, uso o ubicación, merecían ser preservados de posibles violaciones.
La trashumancia tenía por objeto fomentar la única industria de aquella época: la derivada de la lana, que como siempre ocurre con los políticos españoles, no produjo los efectos beneficiosos pretendidos. Así se utilizó la oveja merina frente a la nativa castellana, la churra. La primera producía una lana inmejorable para la confección de tejidos finos, que se exportaban a través de Burgos y Bilbao a Inglaterra, Brujas o Amberes, donde las ganancias se las repartía la liga hanseática. Y no consiguió crear una industria transformadora española propia, por el interés de unos y otros, salvo pequeños núcleos urbanos.
La segunda, la churra, produce una lana menos fina pero mucha más carne y leche, lo que la hacía menos apropiada para la trashumancia.
Además, la Mesta produjo una cierta tensión con la agricultura tradicional, ya que se protegía el pastoreo mediante normas de explotación favorables a la utilización y aprovechamiento de pastos públicos o privados.
Así, junto con la creación del Concejo de la Mesta, que se mantuvo en vigor hasta el primer tercio del siglo XIX, quedaron definidas las cañadas reales.
Una cañada real debía tener una anchura de 90 varas (72,22 metros) y la característica de ser trazados de muy largo recorrido (más de 500 km). Discurrían principalmente en dirección norte–sur, con las lógicas limitaciones que impusiera la geografía. Con la regulación real, quedaba asimismo prohibido el recorte que realizaban comúnmente los propietarios de fincas colindantes mediante el movimiento de hito fronterizo.
La pérdida de los privilegios de la Mesta desde el final del antiguo régimen (siglos XVIII a XIX) no supuso el final de su consideración jurídica, y hoy en día aún se mantiene en el dominio público a una amplísima protección que impide cualquier otro uso, especialmente el urbanístico, que es con el que compite en la actualidad (anteriormente lo hacía con el uso agrícola, en el secular enfrentamiento entre agricultores y ganaderos).
Desde 2007, están incluidas en la Patrimonio Nacional de la Humanidad previo a su definitiva declaración. Este hecho despertó la preocupación de determinados colectivos para recuperarlas.
Y aunque se hubiera construido sobre ellas o se hubieran utilizaran para la agricultura, la ganadería, forestal o la caza, e incluso se hubieran pagado los impuestos correspondientes y estuvieran inscritas en el catastro o registro de la propiedad, en ninguno de ellos esta posesión es legal y ni siquiera pueden acogerse a la posibilidad de usucapión (adquisición de la propiedad por ocupación y paso del tiempo), dada la imprescriptible protección jurídica de la cañada.
La usucapión, también llamada prescripción adquisitiva o positiva, es un «modo de adquirir la propiedad» y compete a aquella persona que mediante el transcurso de cierto tiempo y bajo las condiciones establecidas por la ley ha poseído un bien inmueble, se ejerce contra quien aparezca como propietario de esos bienes en el Registro Público de la Propiedad, con el fin de que se declare que se ha consumado y que ha adquirido por prescripción la propiedad del suelo o inmueble reclamado por abandono o negligencia del propietario.
La obligación de restituir a su estado original las cañadas produjo un gran número de conflictos. Recuerdo que un amigo mío me sorprendió un día con una pregunta extraña: “¿No serás tú chandalero?”. Le había visto bastante irritado, pero no entendía yo bien la pregunta, hasta que conseguí interpretar que se refería a si yo tenía chándal. Mi repuesta le sorprendió: “No tengo ni uso chándal. Pero tampoco tengo ni zapatillas deportivas ni pantalón corto ni raqueta de tenis ni de otro deporte como el que se practica en las orillas de las playas españolas y cuyo nombre desconozco”, aclaré.
Lo curioso de este deporte playero es que se practica por parejas, padres, hijos, nietos, novios e incluso espontáneos, unas 30 o 40 parejas cada cien metros de playa, y consiste en tirar una pelota a los pies del contrario para que se agache a recogerla. Pierde quien tiene la fortuna de dar a la pelota con la raqueta dos veces en media hora de juego. Su objetivo es bien claro: molestar a quienes pasean por la orilla sorteando los hoyos en la arena de los niños e impedir la entrada o salida al mar de los bañistas.
Recuperado de mi repuesta, mi amigo me aclaró que en una finca familiar vallada le habían obligado a partirla por la mitad dejando el espacio correspondiente a la vaguada apropiada durante años, obligándole a vallar ambos lados de la cañada y sin comunicación entre ambas partes de la finca. Obligación nacida de la reivindicación de gente, el pueblo vulgar, que solo quería utilizarla para pasear o correr sin ningún interés económico: los chandaleros domingueros.
La Cañada Real Galiana es una vía pecuaria que discurre entre La Rioja y Ciudad Real y es conocida coma Cañada Real Riojana. Nace al Sur de la Rioja y recorre las provincias de Soria, Guadalajara, Madrid, Toledo y Ciudad Real.
Particularmente, el tramo que transcurre al este de la ciudad de Madrid ha sido objeto de ocupación para la construcción de edificaciones irregulares desde los años 60, que se han ido haciendo cada vez más estables hasta llegar a un número de más 2.000 que alojan a unos 8.700 habitantes en torno a 15 kilómetros de cañada.
La situación sociocultural en la actualidad es compleja, existiendo episodios asociados al fenómeno de la marginación social y drogas, carencia o precariedad de servicios y suministros (agua, electricidad, alcantarillado, etc.) y sensibles a los efectos perniciosos por los realojamientos forzosos provocado tras la dispersión de otros núcleos chabolistas o la llegada masiva de emigrantes por los focos de conflicto inherentes a la marginalidad y la dejación de la administración.
La situación jurídica de las viviendas es diferente en cada caso, dependiendo de su ubicación concreta, la forma o materiales de su construcción y su antigüedad o situación burocrática (pues algunas incluso pagan el IBI o están registradas en el catastro); pero en ninguno de ellos es legal, y como he referido no pueden acogerse a la posibilidad de usucapión dada la imprescriptible protección jurídica de la cañada. Recuerdo la existencia de una plaza de toros, lo que resultaba sorprendente.
En 1984, cuando yo visité por primera vez la Cañada Real no había ni la tercera parte de la ocupación actual y lógicamente lejos de su conflictividad por el abandono de las administraciones públicas y la degradación social de los últimos años.
Como en ella confluyen los límites de tres municipios por el centro de la cañada: Madrid a un lado, al norte, y Rivas y San Fernando al otro, y cada uno presta en precario los servicios de basuras o suministro de agua, cobra el IBI de algunos inmuebles y tiene censados a una parte de la población según la vivienda esté construida a un lado o al otro. Resulta difícil poner de acuerdo a estos municipios en la actuación para erradicar el problema generado durante años afectando a los que competen a la Comunidad Autónoma y al Estado.
Como primera medida para solucionar el problema se me ocurrió plantear una proposición al Pleno del Ayuntamiento de Madrid que consistía básicamente en que se acordara que el Estado rectificara los límites de los tres municipios, incorporando la Cañada en su totalidad a Madrid, que podría tener más fuerza y recursos para dar una solución al problema urbanístico y social y que los servicios mínimos se prestaran por un solo municipio, incorporando la solución del problema al Plan General de Madrid, en ese momento en revisión, impidiendo, con un censo real y único, cortar su evolución ante el peligro que el más tonto podía intuir. Y yo no lo soy.
Por supuesto no me hicieron ni caso. Y el problema ha adquirido unas dimensiones imposibles de solucionar treinta y tantos años después de mi intervención. Una situación que sirgue afectando a varios planes parciales de la zona, por ejemplo Los Berrocales, con miles de madrileños pillados en cooperativas paralizadas. Allí ahora solo entra la policía blindada.
Resulta, curioso sino fuera preocupante, la diferente vara de medir, el embudo, que utiliza la administración del Estado, todos los poderes, en la aplicación de la justicia: Resulta que hay unos señores que han ocupado un terreno que no es suyo, con el agravante de que es además público, es decir han delinquido, cometido un delito, y conjuntamente con otros delincuentes propician y favorecen, sino ejercen, la comisión de más delitos como robos, drogas o ventas fraudulentas e ilegales y todos miran para otro lado. Y si plantean soluciones siempre suponen un importante dinero que pagamos todos.
Y mientras a unos señores que por haberse quedado en el paro y no poder pagar unas pocas cuotas, sea cual sea el porcentaje del total de su vivienda abonado, se la quitan y les ponen en “la puta calle”, incluido si pueden también a sus padres. Un paro de una empresa de la que es posible que sea accionista (propietario) el propio banco expropiador, mientras la administración no sólo no mira para otro lado, sino participa en la expropiación, como lo hace aprobando una ley inmoral cuando menos, sino ilegal.
Y para cerrar el círculo se crea un nuevo impuesto que garantiza al banco la expropiación y que para más inri el Tribunal Supremo, más bien ínfimo, obliga a pagar al hipotecado. ¡Madre mía que país!
Deberíamos encomendar la justicia a los bancos. Seguirá siendo injusta, pero al menos seria rápida.
Curiosamente la dirección del Plan General de Madrid del 85 se le encomendó al marido de la ex alcaldesa Carmena con el lema de “Cerrar Madrid”, lema que han intentado cumplir con la legislación aprobada antes de perder las eleciones en que se prohibía prácticamente la circulación privada.
Hoy, a principios del 2021, cuarenta años después, los ánimos están caldeados en la zona por los cortes de luz en todo el entorno, por la existencia de infinitas conexiones ilegales y la sospecha de existencia de locales dedicados al cultivo de marihuana. Y desde el desgobierno de la nación se propone multar a la compañía eléctrica.
¿Qué han hecho los políticos? Lo normal, tirarse los trastos a la cabeza los unos a los otros. Y la casa sin barrer.
CAÑADA REAL VALORIANA
Por mi pueblo, Valoria la Buena, también pasaba una cañada real, la Leonesa Oriental, que desde Dueñas pasaba por el Páramo Cevico, en donde se incorporaba, ya en el término municipal, un ramal de la Burgalesa que nacía en Lerma.
Bajaba a Valoria por el camino del Pico del Águila y atravesaba el pueblo, descansando, en caso necesario para abastecerse, en El Hortal, en donde se encontraba una pila para abrevar el ganado.
De Valoria partía la cañada hacia Cabezón por el camino de las Bodegas Pequeñas, pasando por Muedra y San Martin de Valvení, por los páramos posteriormente roturados en el primer tercio del siglo XIX, una vez liberados de la servidumbre de la trashumancia, al igual que el páramo Cevico.
Este lugar en El Hortal fue utilizado posteriormente para almacenar la remolacha arrancada durante unos días antes de transportarla a Valladolid primero, a Baños o a Olmedo después, instalando una báscula industrial de gran capacidad. Un transporte que se realizaba con el célebre camión Pegaso, “el camión Leyland español” como rezaba una placa estratégicamente situada en el vehículo y que embarraba nuestras calles. Fábrica de camiones que reglamos a los italianos en su momento, convenientemente saneada, por supuesto.
Hoy la evolución social y urbanística del municipio permite que se produzca allí un “parlamento ciudadano”, un consejo de ancianos, que plantea soluciones reales a los problemas que los políticos son incapaces de intuir y ni siquiera comprender. Un Hortal convertido en un maravilloso y moderno parque, que para sí quisieran muchas de nuestras ciudades. ¡No quisiera que se compararan tipos de gestión entre unos políticos y otros con este simple ejemplo…!
En el siglo pasado todavía se recuerda en mi pueblo algún paso de rebaños trashumantes, que, descansando en El Hortal, les visitaban los niños valorianos en sus horas de asueto, contándose la anécdota de que uno de ellos narraba a su madre que “comían cecina y … ¡tiraban unos pedazos!” a lo que la madre le decía que por qué no había cogido alguno, contestando aquel que “no podía porque… eran del culo”. ¡Cómo no teníamos televisión nos entretenían de niños con estos cuentos o menos cuentos!
Recuerdo de niño oír cantar a los pastores valorianos acompañados por una pandereta, una zambomba, una cuchara y una botella de anís de El Mono, tradicionales canciones populares navideñas que aún resuenan en mis oídos:
“Los pastores no son hombres
Que son burros y animales,
Comen sopas en calderas
Y oyen misa en los corrales”.
Para afinar este instrumento botellil se hace necesario primero beberse su contenido: solo o con Fundador, Soberano o 103, en forma de “sol y sombra”, si es que cuando leáis esto no han desaparecido del todo gracias a nuestros (sus) políticos, que casualidad, se bajaron los pantalones con los gabachos por la denominación de estos productos y luego permitieron que normandos y sajones se hicieran con las bodegas que los producían e introdujeran como alternativa un producto horroroso llamado “binfiter”, que se ha hecho con el mercado. No hace muchos años estos productos eran los mayores anunciantes de España.
La vida del pastor, al menos en mi pueblo, está bastante alejada de la bucólica e idílica que se plantea en la novela y poesía pastoril: Castilla dura, humilde, trabajadora y pobre en sus recursos y modelo de vida; rica en sus vivencias, siempre sacrificada, luchadora por un ideal colectivo, germen de una España imperial y evangelizadora.
En mi pueblo se conservan restos de pozos y pilas da abrevar en zonas de paso de cañadas y algún chozo y redil o majada de piedra, que recomiendo visitar.
Extraordinario Pablo!
TE FELICITO!